sábado, 12 de diciembre de 2009

Las campañas de seguridad vial no sirven.

Las cifras de muertos en la carretera durante estos últimos años, son una muestra clara de que las campañas de concienciación de prevención de accidentes de tráfico y educación vial, no tienen el éxito. Las causas de este fracaso están en la misma concepción de la prevención, pues esta se sostiene sobre dos supuestos erróneos;
1º: que hay una conducción segura.
2º: que hay un límite de velocidad seguro.
En primer lugar, el conductor: el hombre o mujer, no son maquinas perfectas programadas para no cometer ningún error. En nuestras actividades cotidianas cometemos un sinfín de equivocaciones y errores; de la misma forma que se nos caen unas llaves o una cucharilla de café, también cometemos infracciones de tráfico. ¿Quién no a pensado innumerables veces cuando estamos sentados a las manos de un volante? “ostias, ya la he cagado” al cometer una imprudencia o una infracción; afortunadamente la inmensa mayoría de infracciones se producen fuera de situaciones de peligro, con un amplio margen de error. Si cada error supusiese la muerte del conductor dudo que quedase alguien vivo al volante del automóvil. Aun así, en España, cada año hay alrededor de seis millones de siniestros en los que esta involucrado el automóvil, de los que 4.000 son con víctimas mortales y alrededor de 120.000 heridos de diversa consideración, el resto, afortunadamente sin consecuencias graves para las personas, solo queda afectado el vehículo. Queda por contabilizar las infinitas situaciones donde no hay colisión pero si imprudencia. No podemos olvidar que las salidas de la calzada por distracciones al volante se han convertido en la primera causa de mortalidad en las carreteras, y con el aumento de las distancias a recorrer por la dispersión de las zonas urbanas y ocupacionales, los tiempos de conducción aumentan, propiciando el aburrimiento y la monotonía durante los trayectos y en consecuencia se producirá un incremento en los accidentes debido a las distracciones. No hay especialistas que no cometan infracciones, se matan en accidentes de tráfico: pilotos deportivos, pilotos de pruebas, profesores de autoescuela, taxistas, fabricantes de automóviles, guardias civiles, policías de tráfico, conductores de ambulancia, etc.
El segundo supuesto (que esta relacionado con el primero) es la velocidad. El único automóvil auténticamente seguro, es aquel que esta parado, a medida que adquiere velocidad se hace peligroso. Constatando que: a mayor velocidad mayor peligro, a menor velocidad menor peligro; debido a que hay más tiempo de reacción ante cualquier contratiempo o percance, cuanto mas baja sea la velocidad. Ya sea: bajo los efectos del alcohol, de las drogas, bajo los efectos de medicamentos, por dificultades atmosféricas (lluvia, niebla, hielo), por mal estado de la calzada, por avería mecánica, por estar estresado o en Babia, o con todas las facultades físicas y mentales en estado optimo… siempre, repito, siempre, hay más capacidad de reacción cuanto menor es la velocidad. Por otra parte, la resistencia del cuerpo humano es limitada. Nuestro cuerpo solo nos permite desarrollar velocidades comprendidas entre 0 y 10km/h. y aun así, sufre caídas, tropieza, se da golpes, etc. con resultado de lesiones leves; cuando un cuerpo humano lo introducimos dentro de un automóvil, dependiendo del aumento de la velocidad, cualquier contusión, arañazo, rasguño se convierte, en un traumatismo grave: rotura de huesos u órganos internos, amputación de miembros, paraplejía, tetraplejía, estado de coma o muerte. No debemos olvidar que las pruebas de choque de seguridad efectuadas con vehículos y maniquíes (crass test) se realizan a velocidades comprendidas entre 45 y 65 km/h. No es de extrañar, que en las colisiones (sobre todo frontales) los vehículos y sus ocupantes queden prácticamente destrozados a velocidades superiores a estas. Todavía quedan peor parados los peatones, ya que los vehículos por su forma aerodinámica y dureza están especialmente diseñados para partir piernas y fracturar la débil complexión humana. El límite de velocidad establecido por la D.G.T. en 120km/h no se hace por criterios de seguridad, si no por establecer algún límite (totalmente aleatorio) entre la legalidad y la ilegalidad. La complicidad de la administración del Ministerio del Interior por las muertes en accidentes de tráfico se verifica en el hecho de que permita la homologación de vehículos que superan los 120km/h; sabiendo que el exceso de velocidad es la segunda causa de mortalidad en las carreteras españolas (el Ferrari 512 M. alcanza una velocidad de 314 Km/h). A este respecto decir, que en algunos estados de Estados Unidos se redujeron las velocidades máximas autorizadas por la ley en 90 km/h y el descenso de la mortalidad fue espectacular.
Las campañas de prevención de tráfico solo son una parodia de la administración. Endosándole la responsabilidad de los accidentes a los ciudadanos, cuando la solución esta en sus manos, simplemente no homologando los vehículos que superen las velocidades máximas autorizadas por la ley y reduciendo estas, hasta hacerlas razonablemente seguras. Yo estimo en 60km/h en carretera y entre 10 y 15km/h en ciudad. Pero sobre todo creando infraestructura de un transporte colectivo tan seguro como el ferrocarril y el tranvía, ya que discurre por vías que le impiden salirse de su trayecto, aunque sus velocidades también deberían estar limitadas entre 20 y 30km/h en ciudad y 80 y 100km/h entre pueblos.
Antonio Cánaves Martín
acanaves@ono.com

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