sábado, 12 de diciembre de 2009

El síndrome de la competitividad

Aunque muchos sectores de la población tengan economías de subsistencia, quienes nos gobiernan dicen que la tendencia generalizada es llegar a una sociedad del bienestar en la que todos tengamos cabida. Sin embargo, dentro de la sociedad del bienestar se crean ciertos hábitos y conductas generadores de patologías que degradan nuestra calidad de vida. Una de las más graves es el síndrome de la competencia; algo que ha contagiado todos los aspectos de nuestra vida. Utilizada como la más inocente de las palabras, por políticos, empresarios, banqueros y economistas; como la clave para llevar a buen rumbo el país. El germen de la competitividad provoca, que la gente en lugar de vivir cada día más tranquila, viva en un estado de ansiedad permanente.

Hay que competir constantemente y contra todos: hay que competir con otros opositores por obtener un empleo; competir por conservar ese empleo, hay que reciclarse continuamente y hacer más y mas cursos de formación para no quedarse desfasado y otro te arrebate el puesto de trabajo; competir y trabajar mucho para que la empresa donde trabajas no quiebre y te vuelvas a quedar en el paro; competir y tratar de destacar sobre los demás para que te suban el sueldo y ocupar los mejores cargos. Competir por tu aspecto físico para que te den un buen empleo o competir por ser atractivo o seductor no solo ante el sexo opuesto, si no con los del mismo sexo, lo que te hace ser un esclavo de gimnasios, polideportivos, centros de estética, peluquerías, centros de dietética y herboristerías, saunas, etc. Competir con otros estudiantes por una carrera universitaria.

Todo ello crea una ingente masa de gente frustrada que no alcanza el perfil adecuado para el empleo, para el préstamo hipotecario, o el cuerpo danone, pero que dicha frustración llena los gabinetes de psicólogos, psiquiatras, echadores de cartas, videntes, bingos, locales de maquinas tragaperras, grandes almacenes y bares donde diluir la frustración entre copa y copa, o raya y raya. Competir para encontrar un piso de alquiler que no te arruine; competir para que te concedan una vivienda de protección oficial; competir por llegar a tener el piso, adosado, chalet o casa más grande y cara que el vecino; vecino que se pasa el día de atasco en atasco desplazándose de un lugar a otro para comprar lo ultimo en enseres de moda con que adornar la guarida, y al llegar a casa sentirse de nuevo frustrado porque las obras de reformas de la casa nunca terminan, y al tratar de evadirse delante la televisión te restriegan por los morros lo desgraciado que eres, porque todavía hay casas o coches mejores que los tuyos, y de nuevo te vuelves a sentir frustrado e insatisfecho por lo que vas a tener que recoger las energías del suelo, para que al día siguiente bien temprano, tengas que volver a competir con nuevos bríos para alcanzar aquellas metas que solo están en el futuro, es decir fuera de la realidad, y así, con las prisas presa de la maldición de la competitividad puedes pasar a engrosar la lista de fallecidos por la principal causa de mortalidad en los países desarrollados: los infartos y ataques al corazón. Pero no nos debemos alarmar, porque el Ministerio de Sanidad vela por nuestra salud compitiendo para servirnos mejor, por eso es uno de los gremios donde hay mas bajas por depresiones. Pero no, no esta el Ministerio de Sanidad y Bienestar Social por erradicar el cáncer de la competitividad, sino para medicar sus efectos, y así, la mitad de su presupuesto se va en recetar, tranquilizantes, ansiolíticos, antidepresivos y demás drogas para calmar la insatisfacción, el estrés, la frustración, la ansiedad, la depresión o la neurosis. Entre tanto, para no arruinar a la industria farmacéutica, desde los púlpitos del poder se preocupan fervientemente de ampliar los mercados de la frustración con la receta de “hemos de ser más competitivos y crecer más en todos los mercados, nacionales e internacionales como única vía de contribuir al progreso y al desarrollo, sino estamos abocados al desastre” a fin, de que ni Dios pueda vivir tranquilo y en paz. No hay nada bueno que esconda esta palabra tras la boca del poder: la codicia, el egoísmo, la avaricia, la ostentación, el afán de lucro y maximizar los beneficios, son el único soporte de esta condena a la degenerada competitividad y que solo contribuye a perpetuar las diferencias entre ricos y pobres, ya que en una competición solo hay un ganador, el resto son perdedores, se entiende así porque las 280 personas mas ricas del mundo poseen el 40% de la riqueza mundial. Están enfermos, su patología les impide ver que “No es más feliz aquel que mas posee, sino aquel que menos necesita” Atte.

Toni “Es Fusté”

acanaves@ono.com

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