martes, 6 de abril de 2010

Las ideologías tras la crisis

Estamos en un momento en que las circunstancias nos piden una definición del rumbo a tomar. Por un lado tenemos el modelo capitalista, basado en la inflación de todos los valores, del que se reclama una reforma y, cuando menos, una radical transparencia. Por otro está el de plasmar en realidad las gestiones sociales. Este último quiere decir el tomar una actitud verdadera, con sentido, humana, y profunda, de los valores que nos lleven a establecimiento de una civilización ‘social’.

Puede que una parte de la juventud no tenga conciencia de la crisis de finales de los ochenta, principios de los noventa. Pero en tal caso, la actual situación mundial es perfectamente clara. El sistema de globalización es un enfoque de búsqueda de rentabilidad de las grandes corporaciones, por sobre todas las cosas. No existe cultura, pueblo o gobierno que no sucumba a los intereses de los grandes núcleos corporativos. El hecho de reconocer el origen de ésta crisis, y de buscar propuestas de solución, no puede verse como un planteamiento “reaccionario”. Es decir, habría que huir de la etiqueta de “elemento subversivo” para tomarlo en un sentido natural. Se trata de buscar una salida responsable y sostenible.

Lo que en otras épocas nos señalaban los grupos de ideologías comunistas y hasta anarquistas como un futurible y estrambótico colapso del capitalismo, hoy lo hemos reconocido. Lo hemos tocado y muchos ciudadanos lo han vivido. Este sistema dual, de los organismos públicos y las instituciones privadas, está acotando cada vez más el espacio público, los derechos civiles, las libertades individuales y los recursos naturales. Por eso no es de extrañar la desconfianza creciente en la banca y el sistema político en sí. Casi lo extraño es que aún les concedan crédito.

El paso lógico se está dejando retrasar. Aún de la rápida evolución por la que ha pasado la humanidad en los dos últimos siglos, los pasos siguientes no se presentan claros. Es necesaria una concreción de esos valores que nos marquen el camino hacia una existencia realmente deseada.

Es por eso necesario definir qué modelo queremos andar. La posición individual ante asuntos como la militarización, invasión y genocidio debe no solo ser definida, sino expresada y defendida. Al igual que la posición ante la privatización de los servicios, y en manos de quién queremos dejar la gestión de los recursos. Esa ética es la que nos tiene que guiar.

Un buen comienzo es, por supuesto, tener un sistema educativo integral, donde la gestión de las emociones, la empatía y la toma de conciencia del protagonismo individual en la actuación en los conflictos de nuestro grupo social, sean las herramientas de más valoración sobre los contenidos puramente académicos.


Pau Mora

jackmcampos@gmail.com

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